12 Mar, 2023

Francisco Corselli vs Mariano Bufalini: entre insultos y escarnios

Publicado Por: Toni Pons Visitas: 2569

En agosto de 1746, poco después del fallecimiento de Felipe V, se produjo un grave altercado entre Francisco Corselli, maestro de la Real Capilla, y Mariano Bufalini, tiple de la misma. Este curioso incidente nos muestra una faceta poco conocida del ambiente cotidiano de una capilla de música, como son las relaciones entre músicos y maestros de capilla, no siempre tan amistosas como podríamos pensar. Pero lo mejor es que sean los propios protagonistas quienes nos cuenten lo qué sucedió.

1. Versión dada por Francisco Corselli al Patriarca de las Indias [autógrafo]:

Ilustrísimo Señor.

Señor,

Considerando yo la mucha justicia y benignidad de Vuestra Señoría Ilustrísima en mantener un perfecto equilibrio en todo lo que depende de su jurisdicción, me veo precisado de hacer presente a Vuestra Señoría Ilustrísima como con el motivo de la asistencia que hago en la Real Capilla, por razón de mi empleo, y informado de algunos individuos antiguos de las ceremonias que se deben observar en ella, advertí los abusos que se habían introducido de querer cantar sentados algunos músicos, sobre lo que les insinué se levantasen y cantasen de pie, en cuya postura deben estar mientras ejecutan todo lo que ocurre y cuando está el Santísimo manifiesto, aunque no canten, observando lo que ejecutan los capellanes de honor, de cuya causa o motivo ha resultado una especie de menosprecio contra mí en la forma siguiente.

La víspera de San Bartolomé sucedió que, habiéndose sentado Don Francisco Giovanini y Don Antonio Montañana, les hice seña que se levantasen, lo que ejecutaron prontamente, pero después de las vísperas se dieron por muy sentidos de el caso, y a las segundas vísperas acaeció que en el final del Dixit Dominus tenían todas las voces que esperar un compás de pausa, en donde hacía calderón, y Don Mariano Bufalini, no habiéndole esperado, se adelantó a entrar medio compás antes de lo que debía, sin aguardar a que yo echase el compás, de lo que resultó desunión en el concierto, sobre de que yo le dije atendiese al compás, a cuya razón me dio por respuesta ademanes de desprecio y que entraba cuando le tocaba, a lo que yo le repliqué, viendo su poca razón y arrojo, llevado yo de un primer movimiento, que era un pedazo de asno y que para los insolentes había castigo (lo que no hubiera yo dicho a nadie, respecto de que  todos son muy hábiles en la profesión menos él, a quien no se le puede fiar papel ninguno por su insuficiencia, como se ha visto en diferentes ocasiones, y particularmente en los días que estuvo Su Majestad el Rey Nuestro Señor, que goce de Dios, de cuerpo presente, habiendo sido menester que Don Manuel de las Herrerías y Don Joseph Gutiérrez le estuviesen cantando al oído, sin cuyos recursos y auxilios se hubieran desunido todas las obras que entonces se ejecutaron).

Después de acabadas dichas vísperas, en saliendo del coro, se vino dicho Bufalini tras de mí, provocándome y diciéndome a voces que ¿cómo se entendía llamarle a él animal o asno, y cómo se entiende castigo?No cesando de decir palabradas desde el principio de la escalera hasta el fin, en cuyo tránsito me iba diciendo todo lo que le venía a la cabeza, entre lo cual me echó la invectiva de dos veces animal y que si por lo pasado me había contemplado y respetado, había sido por política, y que ya no son ahora los tiempos que fueron, a cuyos vituperios y provocaciones no hice más demostración que poner el dedo a la boca y decirle repetidas veces que callase (mirando yo al sitio tan sagrado en donde me hallaba), y por último, para remate, volvió a ratificarse en lo que había dicho, que era yo un animal, a lo que se hallaron presentes desde el principio hasta el fin Don Gabriel Terri, Don Francisco Fleury, Don Manuel Fernández, Don Joseph Nebra, Don Juan Pérez, Don Francisco Landini, Don Phelipe Monreal, Don Justino Cantero, el puntador y todos los colegiales. Y para comprobación de el proceder de este individuo, Vuestra Señoría Ilustrísima sabe muy bien la osadía con que habló y respondió en su presencia tocante al asunto.

Como Rector que soy del Real Colegio de Niños Cantores de Su Majestad, pongo en la consideración de Vuestra Señoría Ilustrísima cómo me hallo con repetidas instancias de los colegiales de el modo con que los trata generalmente a todos Don Mariano Bufalini, quien teniéndome suplicado le dé los papeles para que los vea antes de cantarlos, lo ejecuté en el día de el Te Deum laudamus para la proclamación de Su Majestad, que Dios guarde, por medio del colegial Joseph Pérez, el que habiéndole dado el papel para que le viese, le respondió con mal modo que lo hiciese yo con otros, que él no lo había de menester, y instándole el colegial a que le tomase, no lo quiso hacer, habiendo arrojado el papel.

En las vísperas de San Luis, al tiempo de recoger los papeles a los individuos el colegial Francisco de San Andrés, Don Mariano Bufalini le llamó descortés porque no le hizo cortesía cuando recibió el papel de su mano.

En San Jerónimo, el día de San Agustín, por la mañana, preguntó Don Mariano Bufalini a los colegiales de quién era la misa que se cantaba, a lo que le respondieron que había dos, la una de Don Joseph de Torres, que Dios haya, y otra mía, y entonces dijo con desprecio y ademanes que mejor fuera de Falconi.

Y por fin ha sido necesario que los colegiales le amenazasen en diferentes ocasiones de recurrir a Vuestra Ilustrísima para contenerle en algunas licencias que se ha tomado contra ellos, por todo lo que:

Suplico a Vuestra Señoría Ilustrísima rendidamente se sirva de tomar la correspondiente providencia para obviar graves inconvenientes que pueden suceder, pues estoy informado de la alianza de diferentes sujetos de la Real Capilla, solicitando la de otros para sonrojarme en público y exponerme a olvidarme de mí mismo; que es cuanto espero de la justificación de Vuestra Señoría Ilustrísima, a quien Nuestro Señor prospere dilatados años, como puede y es menester. De este Real Colegio, hoy 29 de agosto de 1746.

Ilustrísimo Señor.

A los pies de Vuestra Señoría Ilustrísima.

Francisco Corselli [rúbrica]

[Al] Ilustrísimo Señor Patriarca de las Indias.

2. Declaración del colegial cantor José Pérez, natural de Córdoba, de unos 23 años:

[…] Dijo que lo que sabe es que Don Mariano Bufalini hace ahora un año que entró en la Capilla por músico tiple, y se reconoció ser de corta habilidad, por lo que tenía suplicado a Don Francisco Corselli, Maestro de dicha Real Capilla, le enviase antes los papeles que se hubieran de cantar para repasarlos, lo que practicaba por medio del testigo. Y habiéndole llevado los papeles del Te Deum, que se había de cantar en la aclamación del Rey Nuestro Señor, que Dios guarde, le respondió con gran desprecio hacia dicho maestro, dando a entender que no lo necesitaba, y instándole para que los tomase, los volvió con gran desprecio al testigo, extrañando mucho esta acción, pues otras veces los había tomado y repasado. Y que su corta habilidad es notoria, y se ha reconocido en ocasiones, y la que el testigo vio fue en los días que el Rey difunto estuvo de cuerpo presente, que si no fuera porque Don Manuel de las Herrerías y Don Joseph Gutiérrez le estuvieron cantando al oído, se hubieran desconcertado todas las obras. Que es cierto que en las segundas vísperas del día de San Bartolomé Apóstol dicho Bufalini se adelantó medio compás a el que dicho Don Francisco Corselli, como maestro, había de echar, con lo cual se desunió el concierto de música y causó sonrojo al maestro, quien le advirtió atendiese al compás, y muy puesto de jarras le respondió con altivez: «Qué compás, ni compás. Yo entro cuando debo y sé cuándo debo entrar». Y entonces sufocado el maestro por el mal modo de responder y sonrojo que le había causado, le dijo: «no sea animal y atienda». Lo cual vio el testigo. Y después que se acabaron las vísperas, que el testigo se quedó en el coro, sabe y ha oído que desde la capilla, bajando la escalera hasta la puerta, fue tras del maestro dicho Bufalini, diciéndole cómo se entendía haberle dicho que atendiese al compás y llamarle animal, que el animal era dicho maestro, y que si le había respetado hasta ahora había sido por política, y diciéndole otras palabras de desprecio, a lo cual el dicho maestro le decía quietamente que callase. Lo cual dice el testigo es notorio entre todos los individuos  y que de ello se trata mucho, como también cuando dicho Bufalini encuentra a dicho maestro pasar sin saludarle y descubrir la cabeza.

Que también es cierto tiene poca modestia en el coro, saltando de una parte a otra, repelando a los colegiales y dándoles golpes en la cabeza, sobre que se han originado bastantes desazones; y en esta parte es cierto que hay muy poca modestia en el coro entre muchos individuos, haciendo corrillo de conversación interim que se comienza y algunos después de comenzada la función suelen estar sentados, lo que ha querido remediar el maestro, y aun en las primeras vísperas de San Bartolomé lo advirtió por señas a Don Joseph Canovay y Don Antonio Montañana, que después se dieron por sentidos de ello.

Que también es cierto que los susodichos y Don Francisco Giovanini y dicho Bufalini se han separado del cuerpo de la Capilla, sin embargo de que por constituciones que tienen hecho entre sí debían estar unidos todos para dichas fiestas; pero no sabe de cierto el motivo, aunque se teme mucho que en alguna función de Capilla sonrojen al maestro por la impericia de dicho Bufalini, todo lo cual es lo que sabe y la verdad por dicho su juramento, en que se afirmó y ratificó, y firmó:

Joseph Perez de la torre [rúbrica]

3. Algunas apreciaciones de las declaraciones de otros informantes:

-El colegial Francisco de San Andrés, de 23 años y natural de Tomellosa, repite la misma información de su compañero, y dice que Bufalini les da «capirotes» en la cabeza a los colegiales.

-El tenor Manuel Fernández, de 36 años y natural de Madrid, dice que los insultos fueron en italiano, que no los entendió pero que supo después que lo que dijo Bufalini era que Corselli no echaba bien el compás, y que él era el que entraba bien. Bufalini siguió increpando a Corselli hasta salir a la calle, «y que sin embargo de ello y de la provocación que le hacía, se había portado dicho maestro con gran prudencia, diciéndole solamente repetidas veces que callase». También dice que José Canovay, después de fallecido el rey Don Phelipe Quinto, que de Dios goce, dijo en la Capilla en una ocasión en que el testigo y otros muchos estaban presentes: «Gracias a Dios que ya llegó el tiempo que podemos hablar de Corselli».

-Francisco Osorio, apuntador y maestro del Real Colegio, de 34 años de edad y natural de Segovia, repite la misma información aportada por los testigos anteriores.

-José de Nebra, organista primero de la Real Capilla, natural de Calatayud, dice que «en las vísperas de San Bartolomé Apóstol notó y conoció por el órgano que en el salmo Dixit Dominus se echó a perder el fin de él, y que hubo lance entre Don Francisco Corselli y Don Mariano Bufalini, músico tiple, a quien notó una acción impropia de aquel lugar, pero no oyó qué palabras hubo, por estar algo apartado y no dar lugar el sonido del órgano».

-Gabriel Terri, violín de la Real Capilla, natural de Barcelona, dijo que Corselli dijo al Bufalini: «este es el compás, usted atienda», aunque no oyó ni vio qué palabras o acciones hizo, porque no atendió a ello. Terri dice que al salir del coro, Corselli le decía a Bufalini en italiano «unas veces: “calla, muchacho”, otras: “calla, discípulo”». Y continúa: «y llegando así hasta la puerta de la calle, donde hay un descanso que tira hacia la calle por un lado, y por el otro hacia el paso que va a la puerta de la cadena, dicho Bufalini dijo al maestro que “si yo soy un animal, usted también es otro animal”, con lo cual cada uno se fue por su lado».

4. Mariano Bufalini es llevado a prisión.

El 17 de septiembre de 1746, Mariano Bufalini fue llevado preso a la cárcel de la Real Capilla. También se les comunicó a Bufalini, Canovay, Giovanini y Montañana que si volvían a cantar en alguna fiesta particular fuera de las funciones de la Real Capilla, recibirían pena de excomunión mayor latae sententiae y multa de 200 ducados.

Tres días después de encerrar a Bufalini en la cárcel, se le tomó declaración:

4. Confesión de Mariano Bufalini.

[…] Respondió que se llama Don Mariano Bufalini, natural de Mesina, reino de Sicilia, que es músico tiple de dicha Real Capilla, cuyo empleo tiene de un año a esta parte, días más o menos, y que no sabe por qué causa se halla preso.

[…] Respondió y dijo que es verdad que, recién venido a esta Corte, que por ahora hace un año, había pedido al maestro de capilla el favor de que le diese los papeles que se habían de cantar de primo y segundo tiple en presencia del Rey, como lo ejecutaba con los demás individuos y lo debiera ejecutar. Que en la ocasión del Te Deum que se cantó en la proclamación de Su Majestad en San Jerónimo es cierto que entrando el confesante en el coro donde estaban ya prevenidos  todos los músicos, se hallaba un colegial, que se llama Joseph, que es voz de tenor, y éste llamó al confesante por señas, debiendo él haber venido al mismo confesante, y por el respeto que le debía tener, como colegial que era, y sin embargo el confesante se llegó a ver lo que quería, y entonces le manifestó los papeles del Te Deum que se habían de cantar, y le dijo que los viese presto, presto, a lo cual respondió el confesante que ya no era ocasión que se los guardase y tuviese, y que cantaría, como con efecto lo cantó, pero que en esto no dijo el confesante palabra alguna de desprecio contra el maestro ni contra el colegial.

[…] Respondió que en la ocasión que se dice, no se adelantó medio compás, ni un punto, y que quien faltó en esto fue el maestro de capilla Don Francisco Corselli, por haber faltado al compás, y aunque éste advirtió al confesante atendiese al compás, el confesante no le dio respuesta por la que le hubiese perdido el respeto.

Repreguntado, como dice que perdió el respeto a dicho maestro, pues consta por estos autos, que muy puesto de jarras y con altivez dijo al maestro «qué compas, yo entro cuando debo y sé cuándo he de entrar», dando a entender a dicho maestro no sabía echar el compás, lo cual fue mucho desprecio y sonrojo para el maestro de capilla, mayormente en función pública, y de un músico que necesita le den papeles para repasarlos. Respondió que no le dijo al maestro con altivez ni soberbia cosa alguna, ni menos puesto en jarras, y aunque el maestro dijo al confesante atendiese al compás, el confesante no faltó a él ni a la batuta que le decía el maestro había de pausa. Pues habiéndole dicho el maestro que había tal batuta de compás, el confesante respondió con buen modo que no había tal batuta, y para ello le mostró el papel, y entonces dijo el maestro «¿cómo que no hay tal batuta, animal?», que «para ti hay castigo para castigarte», lo cual sintió el confesante, porque en la realidad no había tal batuta de pausa en el papel que le dieron al confesante, y por eso tiene dicho en la pregunta antecedente que no faltó al compás.

[…] Respondió, añadiendo a lo que tiene dicho sobre el poco respeto que los colegiales tienen, que en dichas vísperas, después de cantado el papel del mismo psalmo Dixit Dominus, en que el colegial a quien toca debe recoger de los músicos el papel, fue a recoger el del confesante el colegial contralto, y debiendo tomarle con modo y cortesía, como es costumbre, pues con la misma se le entregaba el confesante, se le tomó de las manos arrebatadamente, en cuya vista le dijo que si no había otro modo de tomarle, y no con aquella descortesía, y sin haber precedido otra palabra fue a quejar el dicho colegial al dicho maestro de capilla, quien dijo: es un frasqueta y un bardasa, que quiere decir en castellano un hombre de mala crianza y de poca vergüenza; y oído esto por el confesante, y sentidísimo de tales palabras, cuando se acabaron las vísperas bajó por las escaleras. Diciendo a dicho maestro con mucha modestia y paz por qué le había dicho que era animal y que había castigo para castigarle, y le había llamado frasqueta y bardasa; y entonces el maestro, puniendo el dedo en la boca y con acción de desprecio decía al confesante repetidas veces frasqueta y bardasa, y así lo repitió hasta la puerta de la calle, donde el confesante, despacienciado ya y sofocado de los malos términos, mayormente en un lugar tan sagrado y respetuoso, dijo a dicho maestro: «si soy yo animal, también usted es animal». Y que llevado del mismo sofoco y sentimiento le dijo que hasta allí le había respetado, pero no le dijo que por política ni que eran otros los tiempos, porque el confesante no le tiene odio ni mala voluntad, antes le ha venerado y respetado, como es notorio, todo lo cual es la verdad, por dicho su juramento, en que se afirmó, ratificó, y firmó:

D.n Mariano Buffalini M: B: [rúbrica]

Mariano Bufalini fue soltado el 21 de septiembre y obligado a comparecer el día siguiente a las 12 del mediodía ante Don Luis de Velasco y Santelices, del Consejo de Su Majestad y Juez ordinario de la Real Capilla, quien «le amonestó la obediencia que debe tener al maestro de dicha Real Capilla, tratándole con veneración y portándose en el coro y con los colegiales cantores con la modestia correspondiente al lugar tan sagrado y al decoro que corresponde a dichos colegiales, sin dar lugar a quejas, y le apercibió que, haciendo lo contrario, se procederá contra él con todo rigor, sin usar de la benignidad con que ahora se le trata, y respondió quedaba enterado y obedecería».

Fuente: Información sumaria sobre que Don Mariano Bufalini, músico tiple de la Capilla, perdió el respeto a Don Francisco Corselli, maestro de la Real Capilla (1746):Archivo General de Palacio, Jurídica, 391/6. Hemos conocido la existencia de este documento gracias a la mención que hace de él Nicolás Morales en su libro L’artiste de cour dans l’Espagne du XVIIIe siècle, Casa de Velázquez, Madrid (2007), pp. 388-389.

Antoni Pons